
¿Es el proceso de diferenciación y búsqueda de estatus algo a lo cual uno pueda escapar? Al igual que el burro que persigue la zanahoria, el estatus es una quimera, que entrega el sentido que necesitamos, válida nuestros esfuerzos y sacrificios hacia una especie de fin último.
Existen diversos medios por lo cual el estatus es alcanzable, el primero y quizás el perseguido por nuestros padres es el supuesto sueño americano, que consiste en la maximización y acumulación de riqueza económica, hasta que en algún minuto seamos lo suficientemente respetables por nuestros pares. El materialismo ha sido uno de los motores de este proceso, complementado con cierto grado con el aspiracionalismo, el cual vende por descuento el estatus perseguido, es decir crea la ilusión de pertenecer a un estatus superior por los objetos que consumimos, más que por quienes somos. El clásico ejemplo es la compra de una taza de café Starbucks, que supuestamente crea la ilusión de que somos más cool que el resto, pero en realidad, somos la misma persona.
La explicación más teórica sobre el valor de este estatus proviene desde el análisis del valor económico. Independientemente de de la forma que se entregue valor, es decir sin importar si es empleado o empresario, existe una transferencia directa a la sociedad de un valor determinado, incluso si el valor generado es cuestionable moralmente. El ejemplo clásico es el cajero de un banco, el dueño de una ferretería, etc.
Por otro lado, existe un estatus un tanto más difícil de describir, basado en posiciones sociales dependientes del capital intelectual que estos generan o poseen, tales como profesores universitarios, autores y similares. El impacto es más abstracto dado que no es directo, incluso pueden pasar décadas o siglos hasta que sus aplicaciones tengan efecto. Por ejemplo, la tecnología no tendría espacio sin el descubrimiento del electrón y sus aplicaciones.
Por último, siguiendo la misma línea de abstracción anterior, existe un estatus vinculado con la voluntad de ayudar a otros, utilizando tiempo y/o dinero en causas reconocidas como importantes por esa persona y sus pares. Estos individuos de seguro rechazan al menos la primera clasificación de estatus, dado que lo perciben como una rueda de un hámster, de seguro se mueve, pero no llega a ninguna parte. Una alegoría similar es el sentimiento de euforia o satisfacción al minuto de comprar algo, pero que desvanece con el tiempo a medida que normalizamos la posesión del objeto, por lo tanto, la compra de ese artículo no es “capaz” de satisfacernos en un sentido más amplio y profundo. Magnates del mundo tecnológico en Estados Unidos han vivido esta transición, el caso más emblemático es el de Bill Gates. En la década del 2.000 este personaje era visto como un CEO que fomentaba prácticas monopólicas y en donde finalmente la empresa fue demanda por prácticas de anti competencia bajo el famoso caso Estados Unidos vs Microsoft, siendo un duro revés para su imagen y ego. Además de no tener el carisma y seguidores que tenía Steve Jobs en ese entonces. Al día de hoy, Gates está dedicado plenamente a la ayuda de países africanos, su fundación que lleva su nombre y el de su esposa, Bill & Melinda Gates, es la fundación más grande del mundo por donaciones. Por lo tanto su posición como magnate ya no era suficiente, era necesario una nueva “posición” de estatus.
Ahora, ¿será este último estatus un refugio o escape de los otros niveles de estatus, solo para sentirnos mejor con nosotros mismos en comparación a otras personas? ¿Será qué al no haber una diferenciación posible en el ámbito material, es necesario generar una diferenciación en cómo se afronta la vida, siguiendo supuestamente valores y morales mejores, pero que al final de cuentas solo reside en nuestro ego para sentirnos mejor con nosotros mismos?
Después de este breve análisis, ¿no será mejor apuntar a ser un hombre promedio que un hombre diferente a sus pares y supuestamente excepcional?
El caso del hombre promedio
Se han preguntado alguna vez, ¿qué pasaría si hubiera existido 10 millones de Nikola Tesla, 5 millones de Isaac Newton o 10 millones de Leonardo Da Vinci? De seguro que el mundo sería sustancialmente distinto y mejor. El detalle está en que estos sujetos no serían considerados como héroes de sus campos, sino más bien hombres promedios, careciendo de su valor social y estatus antes descrito.
La normalización del capital intelectual convirtiéndose en algo promedio, genera un espacio de intercambio ideas excepcional. Lamentablemente en el mundo intelectual existe un filtro, en donde las buenas ideas son descartadas por falta de credenciales sin que estas lleguen a “puerto”.
La idea del hombre promedio es desechar la idea del querer ser algo más y solo ser siguiendo las directrices de la propia identidad.